Lexar se ha posicionado en los últimos tiempos como uno de los referentes en el mundo del almacenamiento digital. Desde discos duros a tarjetas de memoria pasando por lectores, memorias
RAM, soluciones de almacenamiento para smartphones, etc.  Por desgracia la imagen de proveedor de respaldos para uso profesional no se ve acompañada por la calidad de sus productos. O al menos del que me tocó sufrir en mis carnes. Os cuento mi experiencia con la tarjeta Lexar Professional SDXC de 64Gb.

Compré la tarjeta en julio de 2019 aprovechando una de las periódicas ofertas flash de Amazon. La velocidad de 1000x (junto con el precio de la oferta flash) fue un factor clave a la hora de decantarme por esta opción de almacenamiento. Mi nueva cámara, la Nikon D850 genera unos archivos raw de más de 100 megas y contar con una tarjeta que pueda gestionar de forma ágil este volumen de información se hacía vital.  Cierto es que no acostumbro a disparar en ráfaga, pero cuando utilizas esta función es muy triste verte limitado en el rendimiento de la cámara por una tarjeta de bajas prestaciones. Nunca he entendido a quienes compran una cámara de miles de euros por sus prestaciones y capacidad de hacer 400 fotos en un segundo, pero utilizan tarjetas de baja calidad y más baja tasa de transferencia anulando las capacidades de la cámara.

Durante el tiempo que la tarjeta funcionó, nada que objetar. Rápida tasa de transferencia que se notaba tanto a la hora de captar imágenes como a la hora de vaciar una sesión de trabajo al PC. Descargar 40 o 50 Gb puede llevar un buen rato con un soporte lento así que la tasa de transferencia de 150Mb/s de la tarjeta era más que bienvenida. El problema llegó cuando a los 11 meses de su compra un buen día la tarjeta decidió dejar de funcionar. Ni la Nikon D850 ni ninguna de mis otras cámaras o el ordenador (desde múltiples lectores) conseguían hacer despertar a esta tarjeta que parecía haber decidido desconectar del mundo de los vivos.

Siempre he sido partidario de utilizar varias tarjetas pequeñas en detrimento  de una de gran capacidad. El argumento es sencillo: Si una se rompe, se pierde, te la roban… pierdes únicamente parte del trabajo  y es posible que puedas sacar adelante el encargo con el resto de fotografías. Esto igualmente es aplicable para fotografías de uso doméstico: las vacaciones en Ordesa, las fotos del cumpleaños del perro o la fiesta navideña en casa de Tía Conchita. Pero ante la solidez qeu aparentaba tener esta tarjeta de Lexar decidí arriesgarme y comenzar a utilizarla como soporte único de mi trabajo. Una única tarjeta de 64 Gb en lugar de 4 de 16Gb que además era mucho más rápida que mis «viejas» tarjetas SanDisk. El resultado de esta confianza ciega… 64Gb de fotografías perdidas. Un día entero de trabajo tirado a la basura. El consecuente cabreo del cliente, repetir el trabajo de forma gratuita posponiendo otros encargos y todo por una tarjeta que no cumplió con las expectativas que había depositado en ella.

La moraleja de la historia es el manido «no es oro todo lo que reluce». Quizá la tarjeta de Lexar cuente con una estupenda tasa de transferencia y una capacidad que la hace ideal para largas sesiones fotográficas en las que podrás despreocuparte de tener que ir cambiando de tarjeta. Pero con el riesgo de perder horas de trabajo, cientos de fotografías acechando en cada esquina, servidor prefiere seguir utilizando sus viejas y lentas tarjetas Sandisk que a día de hoy jamás me han dejado tirado y seguir utilizando 4 tarjetas de 16Gb antes que una de 64Gb. Más engorroso, quizá. Más fiable, seguro.